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11 de Marzo de 2013

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miércoles, 13 de marzo de 2013




FRANCISCO I 


(Card. Jorge Mario Bergoglio. Argentino)






sábado, 8 de diciembre de 2012


Como ya casi todos sabemos el año que viene voy a continuar mi  ministerio en otra parroquia. Quiero en estas líneas contarles como vivo este cambio.

Dios está. Esa es la certeza que acompaña este tiempo de cambios. Esta certeza se apoya en la historia tanto personal, como comunitaria.  En lo personal, siempre Dios me cuidó mucho, me sostuvo e hizo crecer y me regaló muchas personas que me mostraron su rostro en todo momento; es por eso que tengo fe que no dejará de hacerlo en adelante.

Desde que comencé mi ministerio en esta comunidad no dejo de escuchar la gratitud por tantos pastores que han dejado su huella en muchas personas. Del mismo modo cuando uno se encuentra con estos pastores, ellos siempre recuerdan esta comunidad con una gran acción de gracias.

Yo siento que encontré acá un hogar que me acompañó en el crecimiento en estos primeros años, que me cuidó y alentó para ser siempre más auténtico, y esto me dio mucha libertad para expresarme y compartir el gran tesoro que tengo, que es Jesús.

Esta comunidad tiene mucho para dar y cualquiera que venga con deseos de compartir la vida, va a encontrar mucha gente que lo reciba, ya que en la diversidad tan rica de esta familia, creo que nadie puede quedar excluido.

Acompañado por este tiempo de adviento y la mirada que quiere regalarnos en actitud de espera, confianza y esperanza la Iglesia; puedo decir que del mismo modo miro este cambio, como una invitación a crecer en los valores evangélicos. Creo firmemente que Dios tiene soñado algo muy bueno para todos nosotros en el futuro, y que si nos mantenemos en vigilante espera encontraremos ese Dios que nos espera en cada vuelta de esquina.

Qué decirle a esta, mi querida comunidad, que no sea el gran deseo de que Jesús en esta Navidad nos regale la capacidad de maravillarnos en lo sencillo y cotidiano, como la vida de un niño; que nos de la alegría profunda y la certeza de saber que Él está en medio nuestro en cada instante de nuestra vida; la seguridad de que nada podemos hacer para ganarnos su amor y compañía, ya que Él nos ama como sus hijos, incondicionalmente.

Seamos como Iglesia testigos de esperanza y sencillez y alegría, sabiendo que nuestra vida está siempre en manos de nuestro Padre del cielo.

Cucu.




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