Como
ya casi todos sabemos el año que viene voy a continuar mi ministerio en
otra parroquia. Quiero en estas líneas contarles como vivo este cambio.
Dios
está. Esa es la certeza que acompaña este tiempo de cambios. Esta certeza se
apoya en la historia tanto personal, como comunitaria. En lo personal, siempre Dios me cuidó mucho,
me sostuvo e hizo crecer y me regaló muchas personas que me mostraron su rostro
en todo momento; es por eso que tengo fe que no dejará de hacerlo en adelante.
Desde
que comencé mi ministerio en esta comunidad no dejo de escuchar la gratitud por
tantos pastores que han dejado su huella en muchas personas. Del mismo modo
cuando uno se encuentra con estos pastores, ellos siempre recuerdan esta
comunidad con una gran acción de gracias.
Yo
siento que encontré acá un hogar que me acompañó en el crecimiento en estos
primeros años, que me cuidó y alentó para ser siempre más auténtico, y esto me
dio mucha libertad para expresarme y compartir el gran tesoro que tengo, que es
Jesús.
Esta
comunidad tiene mucho para dar y cualquiera que venga con deseos de compartir
la vida, va a encontrar mucha gente que lo reciba, ya que en la diversidad tan
rica de esta familia, creo que nadie puede quedar excluido.
Acompañado
por este tiempo de adviento y la mirada que quiere regalarnos en actitud de
espera, confianza y esperanza la
Iglesia; puedo decir que del mismo modo miro este cambio, como una invitación a crecer en los valores evangélicos.
Creo firmemente que Dios tiene soñado algo muy bueno para todos nosotros en el
futuro, y que si nos mantenemos en vigilante espera encontraremos ese Dios que
nos espera en cada vuelta de esquina.
Qué
decirle a esta, mi querida comunidad, que no sea el gran deseo de que Jesús en
esta Navidad nos regale la capacidad de maravillarnos en lo sencillo y
cotidiano, como la vida de un niño; que nos de la alegría profunda y la certeza
de saber que Él está en medio nuestro en cada instante de nuestra vida; la
seguridad de que nada podemos hacer para ganarnos su amor y compañía, ya que Él
nos ama como sus hijos, incondicionalmente.
Seamos
como Iglesia testigos de esperanza y sencillez y alegría, sabiendo que nuestra
vida está siempre en manos de nuestro Padre del cielo.
Cucu.